Historias de niños migrantes con tres acentos centroamericanos

Por Kimberly López, Laura García Cáceres y Claudia Palacios

Guatemala, Honduras y El Salvador no tienen afán por documentar la partida de los viajantes más pequeños entre los migrantes en condición irregular. México sí. Guarda registro de quienes cruzan su territorio en una de las travesías más peligrosas a cualquier edad, más para los niños. Van a reunirse con sus padres o a iniciar su propia historia de trabajo convertido en envío de remesas. Algo que sí registran al centavo los tres países.

México guarda registro del paso de migrantes en su territorio. Las tiene a la vista. En 2014 se observó una subida en sus estadísticas de niños que viajaban sin sus padres o un adulto que los acompañara. Es la historia de Ana de El Salvador, que se salvó de la deportación, sentada a la par del piloto del bus. Tenía siete años. Llegó a Estados Unidos sola. Allá la reclamó su mamá.
Son niños entre los 12 y 17 años, como los 34 que encontraron en suelo mexicano y devolvieron vía área a Guatemala. Su país los recibió con un jugo y una galleta… El Estado enfrenta el problema con recursos limitados.
También Honduras. En su presupuesto 2024 dedicó 0.26 centavos de lempira (1 centavo de dólar) diarios por niño. Cuatro de cada diez no están inscritos en la escuela. Lo dijo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH): la expulsión de menores no acompañados refleja un agravamiento de la crisis social, económica y política.

Las historias se repiten desde 2014. La de los niños que van al reencuentro con sus padres –a quienes no recuerdan–, o de adolescentes angustiados por el acecho de las pandillas o la pobreza en casa. Lo que cambia es el acento de un español muy centroamericano. No parece que se dejen de contar.

En números

Eventos de menores presentados ante la autoridad migratoria, según grupos de edad y condición de Viaje

estadisticas de eventos segun grupos de edad